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LA LEY DE LEMAS: Su necesaria derogación y la búsqueda de alternativas reales de mejorar la representatividad.
Por Carlos Iparraguirre

A nadie escapa que la Ley de Lemas debe ser derogada. Pero el debate parece hoy rondar entre las conveniencias y las alternativas.

Las conveniencias, porque quienes la siguen sosteniendo desde el justicialismo, parecen hacerlo no por convicción, sino por el solo cálculo de que hasta aquí les ha permitido mantenerse en el poder.

Las alternativas, porque allí hay diferencias entre quienes acompañan la idea la derogación y dudas de quienes queriendo hacerlo, temen volver a un esquema que acote la participación.

Por ello es necesario no quedarnos en la idea de la derogación sino avanzar hacia que sistema electoral pretendemos.Y es desde aquí donde deseo hacer el aporte de una idea personal.

Después de todo, como decía Sartori "quien teme decir lo que piensa termina por dejar de pensar lo que no dice".


Las principales criticas a la Ley de Lemas

La fundamental es la deformación de la voluntad del elector, a través de la transferencia de su voto. Por la simultaneidad, del supuesto doble voto, que en definitiva es uno solo. Aquí se genera el daño a la representatividad y a la legitimidad de quien en definitiva deberá asumir su mandato. No es lo mismo votar a Juan que a Pedro, por más que sean del mismo partido.

Otra, radica en el exceso de oferta electoral, en donde se suma sin importar como ni con quien.

Finalmente entre las críticas, aparece el daño a los partidos políticos, en cuanto a que lejos de minimizar las internas, las exacerba.

Aquí planteo una duda. No se puede ni se debe responsabilizar de la crisis de los partidos, al sistema electoral o en todo caso solamente al sistema electoral.

El radicalismo o el justicialismo, por ejemplo no aparecen fragmentados o diluidos en su funcionamiento orgánico, o con sus bloques divididos solo por la Ley de Lemas. En innumerables distritos donde no hay Ley de Lemas, ocurre lo mismo. Bastaría el ejemplo de la ciudad de Buenos Aires, donde ninguno de los dos partidos aparecen como fuerzas políticas de peso y en el último proceso electoral radicales y justicialistas iban divididos en diferentes ofertas electorales. Allí no hay Ley de Lemas, y la crisis es igual o peor.

Es evidente que si bien la Ley de Lemas es una trampa para el elector, cuando hablamos de la situación actual de los partidos y la profunda crisis por las que atraviesan es necesario asumir también nuestra propia responsabilidad. La de los dirigentes, no solo la del sistema electoral.

El énfasis entonces, debe estar marcado en el mecanismo de selección de los candidatos de cada partido.


El peligro de los extremos al buscar la alternativa superadora

En los extremos de las posturas, encontramos, quienes desde una posición crítica hacia los partidos, sostienen que no pueden tener éstos el monopolio de la oferta electoral y que no debería ser obligatorio presentarse como candidato desde un partido político. Desde la visión más ortodoxa del pensamiento orgánico de las fuerzas políticas, se defiende a ultranza la plena potestad de los partidos y los afiliados en la selección de sus candidatos.

Entre ambas posturas hay variantes. De ello se habla, cuando se mencionan las internas abiertas, o el sistema de primarias.

Ni está escrito que un sistema que en otro lugar ha funcionado bien, pueda hacerlo igualmente aquí, ni está prohibido que podamos delinear un sistema a partir de la propia realidad que nos toca vivir, buscando mejorar en nuestra provincia el sistema de representación, dejando de lado la simultaneidad del doble voto hasta aquí existente, resguardando la mayor posibilidad de participación en la selección previa de los candidatos.

En el medio de la crisis institucional que atravesamos, la Ley de Lemas dentro de sus graves consecuencias ha tenido una virtud. Nadie puede decir que si quería ser candidato, no lo pudo ser. Tampoco nadie puede sostener que no pudo elegir, que no tuvo opciones… En todo caso opciones son las que sobraron.

Entonces, debemos hacer el esfuerzo de salvar este aspecto de un sistema electoral que ya no puede seguir más.

Terminar con la Ley de Lemas, terminando con la transferencia del voto, que es el punto que la sociedad y la necesaria representatividad ya no soporta. Sin la simultaneidad, al no sumarse los votos de los diferentes sublemas, de manera automática disminuirá el número de los mismos.


Candidatos partidarios, de cara al elector

Ahora bien, el proceso interno de los diferentes partidos políticos debe tener la amplitud que hoy tiene el sistema actual. Es decir, todos los santafesinos deben con igual derecho y también como una obligación resolver y elegir el candidato que mas le gusta dentro de la variedad que el partido al que adhiera ofrezca como alternativa electoral.

Algunos dirán que de eso se tratan las internas abiertas, y así fue que fue el sistema elegido en la reforma nacional, después trunca por los problemas internos del PJ. Pero en el único lugar donde se aplicó, -la provincia de Buenos Aires en el 2003-, cuando se hicieron las internas abiertas del PJ y el Radicalismo, no dejaron de ser una interna tradicional. Este es el punto, donde creo que debe merituarse un sistema alternativo.

La democracia interna de los partidos, cuando se trata de la selección de sus candidatos que luego se ofrecerán al electorado general, deja de ser un asunto doméstico de interés solo de los militantes y afiliados y se transforma en una cuestión de interés del conjunto de la sociedad.

Me imagino un proceso electoral con la mayor oferta posible dentro de cada partido, en el día de las internas abiertas, a padrón general, donde cada elector elige ese día el candidato que mas le gusta, sea del partido que fuera. En esos comicios se elige quien será en definitiva el candidato de cada partido, quienes a las pocas semanas deberán nuevamente competir en las elecciones generales.

Si le quitamos la simultaneidad del voto, es decir la sumatoria de los distintos sublemas, estamos terminando con su tergiversación y estamos terminando con la sobreoferta electoral, manteniendo un mecanismo participativo donde se allanan las posibilidades para poder ser candidatos en las abiertas y en definitiva la participación electoral masiva aleja un poco mas los riesgos del clientelismo como factor determinante de las internas tradicionales.

El cuestionamiento a la obligatoriedad en la participación de todos los electores, en el comicio interno que seguramente existirá, pasa a un segundo plano en función del objetivo de mejorar los niveles de participación y representatividad que a mi juicio esta alternativa preservaría de mejor manera. En cuanto al fortalecimiento de los partidos, eso es y será responsabilidad nuestra de los dirigentes, particularmente intentando ser consecuentes en nuestros actos con lo que la sociedad nos demanda.


Carlos Iparraguirre