Cada año, cientos de miles de niños y niñas de todo
el mundo son víctimas de la explotación, el maltrato y la
violencia. Son secuestrados de sus hogares y obligados a alistarse en
los ejércitos. Son arrastrados a círculos de prostitución
por redes de trata de personas. Se ven forzados a trabajar en condiciones
de servidumbre u otras formas de esclavitud.
Las consecuencias pueden ser devastadoras. La violencia y el maltrato
pueden matar, pero el resultado más habitual es una infancia con
una salud física y mental precaria, privada de su derecho a la
educación o abocada a la indigencia, el vagabundeo y la desesperanza.
Además, si tienen hijos, los niños y niñas que padecen
maltrato serán más proclives cuando sean adultos a someterlos
a algún tipo de maltrato.
Aunque muchos niños y niñas sufren en silencio, las consecuencias
del maltrato que padecen son muy reales. Puede constatarse en el elevado
índice de suicidio existente entre los jóvenes que han sufrido
abusos sexuales y en la cantidad de fallecimientos de niñas jóvenes
que se producen como consecuencia de la ablación o mutilación
genital. Pese a las muestras puntuales de indignación moral por
parte de la comunidad mundial ante los casos de explotación de
la infancia, a menudo las medidas adoptadas encuentran obstáculos
en todos los niveles de la sociedad -por parte de los gobiernos, los dirigentes
comunitarios y los propios progenitores- debido a que, en la mayoría
de los casos, el maltrato infantil se da en privado y se halla ligado
a la delincuencia y a la corrupción. En numerosas ocasiones, se
tolera en privado y se niega públicamente.
Desde 1986 se han desarrollado numerosas normas y medidas de alcance
internacional destinadas a proteger a la infancia. No obstante, persisten
aún enormes diferencias entre lo que disponen los convenios internacionales
y las diferentes leyes nacionales, y lo que muchos niños y niñas
experimentan cada día. El UNICEF distingue seis circunstancias
que afectan a la infancia y que merecen atención prioritaria:
- Niños y niñas que realizan trabajos forzosos o trabajan
en condiciones de servidumbre. La Organización Internacional
del Trabajo estima que existen aproximadamente 246 millones de niños
y niñas que son víctimas de la explotación infantil.
De ellos, casi tres cuartas partes trabajan en entornos de riesgo, como
minas o fábricas, o manipulando sustancias peligrosas, como componentes
químicos y pesticidas agrícolas. Aproximadamente 5,7 millones
de estos niños y niñas trabajan en circunstancias particularmente
terribles, rayanas en la esclavitud, o en condiciones de servidumbre.
- Niños y niñas huérfanos. Los niños
y niñas huérfanos carecen de la primera fuente de protección
de la niñez. Puede tratarse de una situación permanente
o transitoria, y abarca casos tan diversos como los de los niños
y niñas que han sido separados de sus familias por causa de la
guerra, los que han sido privados por el Estado de la tutela de sus
progenitores, y los niños y niñas que han quedado huérfanos
por causa del VIH/SIDA (cuya cifra se estima en 13,4 millones). En cualquier
momento dado existen en todo el mundo millones de niños huérfanos
que viven en instituciones como internos, hospitales, orfanatos, unidades
psiquiátricas, prisiones y centros de detención. La separación
de los progenitores y parientes es casi siempre perjudicial para el
bienestar general y el desarrollo infantil. Además, se ha comprobado
que la colocación en instituciones comporta determinados riesgos.
En situaciones de conflicto, la separación forzosa de la familia
y del abrigo de la comunidad -que en ocasiones termina en otro país-
aumenta notablemente el riesgo del niño o niña de padecer
violencia, maltrato físico o incluso la muerte. Con frecuencia,
los niños y niñas que sobreviven padecerán malnutrición,
enfermedades, traumas físicos y mentales y limitaciones en su
desarrollo cognitivo y emocional.
- Niños y niñas que son objeto de la trata de personas.
La utilización de la infancia como mano de obra u objetos
sexuales constituye un negocio internacional muy lucrativo. Se estima
que cada año 1,2 millones de menores de edad son víctimas
de la trata de personas en todo el mundo. Al igual que todas las actividades
delictivas, la trata de personas es una práctica clandestina,
por lo que su detección resulta difícil. Además,
ocurre con frecuencia que las familias no son conscientes del peligro
que supone, en la creencia de que sus hijos quizás hallen una
vida mejor fuera de su propio país. Con frecuencia, los niños
y niñas que son objeto de la trata de personas son arrestados
y acusados de inmigración ilegal. Niñas de apenas 13 años
(procedentes principalmente de Asia y Europa del este) son objeto de
la trata de personas como "novias a la carta". En los prostíbulos
de un país del sudeste asiático existen hasta 10.000 mujeres
y niñas, procedentes de países vecinos más pobres,
que se han visto arrastradas a ejercer la prostitución.
- Niños y niñas que padecen explotación sexual.
Aunque es difícil determinar la cifra exacta, se estima que cada
año cerca de un millón de menores de edad (en su mayoría
niñas, aunque también hay una cantidad importante de niños)
son víctimas de la industria multimillonaria de la explotación
sexual. Es principalmente la demanda local, y no la extranjera, la que
propicia la explotación sexual de la infancia: el turismo sexual
no es más que una pequeña parte del problema. No obstante,
el enorme potencial de Internet para promover el turismo sexual y la
pornografía infantil a nivel mundial constituye un grave motivo
de preocupación. En la mayoría de los casos, los abusos
sexuales son perpetrados por las personas más cercanas a las
víctimas. Dado que la conducta sexual suele considerarse una
cuestión privada, tanto los gobiernos como las comunidades se
muestran a menudo reticentes a intervenir en los casos de explotación
sexual.
- Niños que son utilizados como soldados. En cualquier
momento dado existen más de 300.000 niños soldados -algunos
de ellos no rebasan la edad de ocho años- que luchan en conflictos
armados en más de 30 países de todo el mundo. Se cree
que durante la última década han muerto más de
dos millones de niños y niñas como resultado directo de
los conflictos armados. Al menos seis millones de niños y niñas
han sufrido heridas graves o han quedado incapacitados de por vida.
Entretanto, las minas terrestres continúan matando o mutilando
entre 8.000 y 10.000 niños y niñas cada año.
Niños y niñas que padecen violencia en circunstancias
distintas de conflictos armados. La violencia ejercida contra la infancia,
desde el castigo corporal leve a las diversas formas de tortura, se
encuentra muy extendida: se da en el hogar, en las escuelas, en centros
de detención y en el lugar de trabajo. Y además ocurre
en todas partes del mundo, tanto en países ricos como pobres.
En el Reino Unido, por ejemplo, los bebés menores de un año
padecen un riesgo cuatro veces mayor que cualquier otro grupo de edad
de ser víctimas de un asesinato. Y casi todas las víctimas
mueren a manos de sus progenitores. La ablación o mutilación
genital femenina es otra forma de violencia condonada por algunas sociedades.
Se estima que al menos 100 millones del total de mujeres y niñas
actualmente vivas han sido sometidas a alguna de las variaciones de
esta práctica tradicional. Como consecuencia, enfrentarán
problemas de salud de por vida, entre ellos un mayor riesgo de quedar
incapacitadas o morir durante el parto.
Aunque no suele darse de forma aislada, la discriminación es también
a menudo un factor determinante del maltrato y la explotación infantil.
En muchas sociedades se encuentra profundamente arraigada. En los países
en desarrollo se estima que existen entre 120 y 150 millones de niños
y niñas con discapacidad, de los cuales únicamente el 3%
asiste a la escuela. Otra forma de discriminación es la privación
que padecen muchos niños y niñas de sus derechos sucesorios.
En muchos países, los niños y niñas que quedan huérfanos
pierden sistemáticamente sus derechos de propiedad, y en el caso
concreto de un país asiático, los niños y niñas
nacidos fuera del matrimonio tienen derecho a heredar la mitad que aquellos
que son fruto del matrimonio.
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