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Actual
orden político. La democracia en crisis. La expresión política de la democracia
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LA KARAKACHOFF Juventud Radical Celeste Actual orden político. La democracia en crisis. La expresión política de la democracia "La democracia
es el peor sistema político concebido por el hombre... Esta crisis argentina es ante todo política. Esta crisis política es crisis de la capacidad para resolverse a sí misma; luego desemboca en una crisis social, ya que la sociedad no la percibe ella misma de manera coherente y es progresivamente incapaz de edificar su unidad y es también, una crisis cultural, por haber perdido el individuo sus marcos de referencia y de esa manera sentirse perdido en el vasto mundo globalizado que se le presenta. Concibiendo todo esto, exaltadas dosis de desconfianza cuando no de rechazo hacia las instituciones y componentes básicos del sistema democrático, una preocupante devaluación de lo público y una creciente despolitización de la vida social. A través de graves crisis comienzan a aflorar preguntas como: - ¿Existe democracia en una sociedad "masificada individualmente" y será que ello permite la dirección representativa de la misma? - ¿Son las políticas privadas las depositarias de la fragmentación pública del Estado en tensión con la pluralidad de unos posibles ciudadanos? Y por último ¿Es posible desde el tejido sociopolítico pensar en una legitimación o deslegitimación? Claro está, las respuestas pueden tornarse inauditas, difíciles de dilucidar sin antes interiorizarlas, sin sospechar la participación explicita de cada uno y sin entender el protagonismo vital del ciudadano "material" comprometido; ello en mira de una plena interpretación, satisface nuestra importancia originaria, el despertar conciencia a la sensibilización del carácter político formal de la persona frente a la actual crisis política y perpetuando en la valoración social de un verdadero esquema de Estado; configurando así el primer peldaño a una educación constitucional posible para todos. Muchos autores desde la antigüedad, han considerado con aguda fijeza la inutilidad de separar los conceptos Estado y Sociedad de la noción democracia, ello debido a la tradicional idea del hombre como un animal político y por ende sociable. Pero ahora, donde se han perdido difusamente las fronteras entre lo público y lo privado, vale decir, entre la gama dual de lo político, se ve la necesidad primigenia de la disección para entender los límites del sistema democrático y con esto lograr su movilidad, ya que la carencia de este elemento lo ha tolerado y fosilizado, a tal modo que se habla desde varios siglos atrás de su crisis. Este hecho, constata la crisis política en la configuración dentro del nuevo orden mundial, en los mega bloques económicos y en la búsqueda de identidad nacional de una sociedad masificada; en un Estado, como el ausente Estado argentino, es impensable responder a las demandas "sociales" sin ayuda extranjera, transformándolas en el fondo en un negocio de Estados y a la postre demuestra que está desorientada la llamada educación política porque en una palabra no se atiende al bien común, a la sociedad, tan sólo se atienden clamores ajenos a nuestra bandera celeste y blanca. Claro está, en un país de economía dependiente, atender a las necesidades de los ciudadanos "tuteladas por el Estado" como lo son vivienda, salud y educación exige inversión social y ella está desbordada, por una parte porque no hay sociedad y por otra porque aquellas ayudas son para financiar los gastos por rubros de funcionamiento mal vista por sus usuarios; y si no, es para aplacar los problemas de "interés extranjero”. Nos encontramos frente a una despolitización social; puede pensarse una separación de lo privado con lo público, una desvinculación de la sociedad con la política; pero la visión poblacional, masificada no permite analizar en democracia sino en "montón-cracia", logrando con ello un efecto contrario, desapareciendo los límites de las esferas del poder. Aún más, esa espesa envoltura humana, en la cual se respira nauseabundos y contaminantes aires neoliberales, ha tipificado excluyentemente la noción de sociedad a un plano meramente privado, en donde no encuadra la pluralidad, vale decir, es verdaderamente un gobierno entre iguales o democracia formal, basada más en la igualdad política que económica. Tal es el motivo de la afirmación que la sociedad civil, la ciudadanía no existe porque no hay presencia del Estado, entendida desde la carencia de representatividad pública, fundamentada en la actual debilidad de los partidos políticos al cercenar las prácticas ciudadanas a una de sus dimensiones: la electoral; vale decir, la representación como núcleo fundamental de la democracia está afectada, ya que por un lado permitió la pérdida de legitimidad estatal y de identidad partidista, mientras que por otro, la despolitización y el "clientelismo". Pero, hoy en día, la preocupación se torna hacia la tensión generada al sustituir el centro político del Estado por la aparente colectividad, viraje motivado por la deuda externa y por la transición recíproca público - privado; reflejándose en la adopción de un sistema contradictorio, desplazado hacia la sociedad civil y al mercado libre. La política institucionalmente se sigue desarrollando en el sistema de partidos y en la expresión electoral, pero redefiniéndose en nuevas organizaciones de identidad política no partidista con acciones por fuera de los canales institucionales representativos, enmarcadas más por el movimiento que por la estructura, lo que significa sus altos grados de flexibilización y desregulación dentro del ámbito territorial. Es así que, la despolitización social responde a las expectativas políticas del Estado masificado; con la variante creativa de un ideal democrático basado en la refundación política social, yacida sobre la crisis del nuevo orden político – democrático. El lugar político de la democracia en la Sociedad, ha desbordado las concepciones tradicionales sobre el Estado, despolitizándola con la "masificación individual" hasta su reinvención en la multiplicación de centros políticos pluralizados, indeterminados, como por ejemplo las asambleas barriales. Es pertinente trazar desde la constitución de la sociedad civil como centro político las diversas concepciones sobre la democracia; pues reclama una renovación de la forma de hacer política a través de un sistema que consolide y delimite la trama sociopolítica; valga aclarar su ordenación cultural como un ideal para su interiorización y de allí derivar la "responsabilidad ciudadana". Por ello se insiste en las autonomías, en los autogobiernos, asambleas barriales, asambleas constituyentes obreras, en la participación ciudadana en todos los ámbitos de la vida social, en la descentralización del poder y en el fortalecimiento de las democracias locales y regionales. Se intenta, desde este propósito democrático, la transformación de prácticas socioculturales jerárquicas, verticales y autoritarias, para lograr la aceptación de las diferencias, la tolerancia y el respeto mutuo, vale decir, la conformación de un nuevo Estado. Este nuevo ideal democrático está ligado con las estrategias contractuales pormenorizadas, a través de las cuales se establecen consensualmente las reglas de juego y los propósitos susceptibles de generalizarse para lograr espacios mínimos de convivencia social, en miras a un proceso de reintegración. No se trata ya de tener una idea sustantiva de la democracia con contenidos fijos o de pensarla como un fin en sí misma, sino de asumirla como un proceso continuo que transforma todos los espacios público - privados, políticos y sociales, en la búsqueda incesante de identidad propia. La globalización permite abastecer la idea de una democracia real en países competitivos, donde efectivamente todos los asociados tienen las mismas oportunidades, la cual consiste en satisfacer al hombre sus necesidades básicas, para que pueda actuar conscientemente en la vida política y participar en ella de manera independiente y libre. En cambio, en los países no competitivos, para que exista una democracia real y para tener acceso a la igualdad de oportunidades en un plano económico, se debe buscar primero la fortaleza de la educación, luego devendrá la evolución de la cultura y los frutos que la misma producirá. Entonces es prioridad del ideal democrático, a través de la intervención activa civil, responder proporcionalmente a la protección de igualdad de oportunidades, reproduciendo una competencia voluntaria y equilibrada; resaltando a la vista, la necesidad de convocar la democracia participativa de la cual deviene un Estado competente; es desde la sociedad que se debe construir. Y es, a través de estos espacios de cooperación, por los cuales se debe ejercer una democracia directa que aliente mediatamente a una participación activa del individuo o ciudadano comprometido. Pero esta cooperación es errónea si se considera más que una construcción plural entre sus miembros, como una colaboración solidaria; su objeto pues, es la permisión accesible mediante pactos determinados a la amortiguación de necesidades políticas - en sentido estricto - que infieren insuficiencias económicas locales; propugnado con ello a una desmembración estatal del poder en la toma de decisiones, sin corroborar en la escisión territorial. Claro está, estos espacios tendrían un carácter interdependiente, ya que se relacionarían por una representación en la superficie económica - en un espacio de cooperación único pero fragmentado, por medio de la aplicación de la democracia representativa – condicionada con la redistribución proporcional a los espacios de cooperación directa; la idea cede a un control político territorial de la economía nacional, por lo tanto la representatividad se daría en el marco de políticas económicas de los espacios de cooperación. Puede llegarse a un inequívoco al pretender señalar una semejanza entre la idea de un Estado voluntarista con la necesidad de crear nación; conceptos que corresponden a dos realidades diferentes, pues el propósito democrático busca más que una identidad con el Estado, una participación voluntaria de aceptación social dentro de la idea misma de Estado. Es posible pensar que la voluntad deba surgir de una identificación, pero ello está bien ejemplificado en un proceso de formación cultural como el europeo; para nosotros ese proceso puede o no darse sin desmeritarlo, ya que lo esencial no compromete lo tradicional, a pesar de facilitar la aplicación de una democracia formal, sino la creencia sobre la garantía de derechos que permita la aprobación del Estado por parte individual. Es necesario deslindar estas esferas, aún hoy por las llamadas supranacionalidades en donde se cede soberanía económica, pero la política en donde quedan nuestros derechos debe estar definida por la voluntad. En síntesis el Estado voluntarista configura el paso intermedio de la democracia formal a la real y esclarece lo público redefiniendo sus dimensiones y lo privado exaltando sus interrelaciones. |